Manuel Moyano es un escritor nacido en Córdoba y que lleva viviendo en Murcia casi dos décadas. Ha publicado numerosas obras, la última de ellas La agenda negra, una novela de venganza, donde el ojo por ojo cobra sentido para algunos de sus personajes, y donde una Organización pretende instaurar de nuevo una especie de Código de Hammurabi. Por otro lado, El Imperio de Yegorov resultó finalista del Premio Herralde en el 2014. En este libro, a través de documentos (diarios, grabaciones…), Manuel Moyano relata una historia sobre el deseo que muchos han tenido desde tiempos inmemorables: encontrar la fórmula de la eterna juventud. Además, juega con la metaliteratura, consiguiendo captar la atención del lector, ansioso por conocer todos los trucos utilizados por el escritor.
En El Imperio de Yegorov ocurre un efecto mariposa. ¿Considera que algo insignificante puede provocar una debacle?
Estoy absolutamente convencido de que los grandes eventos tienen su origen en una cosa muy pequeña. Este tema lo he tratado literariamente varias veces, por ejemplo con Hitler. Hitler quería ser pintor: estudió en la Academia de Bellas Artes de Viena y no superó el examen de ingreso, se metió al ejército y pasó lo que pasó. Hay un cuento en el que hago el supuesto de que Hitler sí aprueba el examen, entonces no ocurre la segunda Guerra Mundial. Y en el libro Teatro de Cenizame retrotraigo más atrás en el tiempo y describo una escena de sexo entre dos tatarabuelos de Hitler; hay que suponer que si ese momento hubiera sido evitado, no hubiera ocurrido todo…
Por ejemplo, la Guerra de Camboya fue por culpa de una película, y me explico: hicieron una película sobre el general Patton, y un discurso del general a Nixon, que era el presidente en ese momento, le alentó a extender la guerra de Vietnam a Camboya, donde murieron varios millones de personas. Y como eso estoy seguro de que hay infinitos casos. El destino no está predestinado. Se origina de cualquier gilipollez.
¿Cree que es posible que ya se haya producido algo que cambie todo tanto como en el libro?
Estoy seguro. Cualquier cosa que hubiera impedido que Karl Marx hubiera escrito El capital hubiera evitado las atrocidades que pasaron en Rusia. El stalinismo deja a Yegorov en pelotas, el stalinismo es una masacre de tu propio pueblo. Hubo un momento en el siglo XIX en el que el germen se estaba poniendo. ¿Quién iba a pensar que en cincuenta u ochenta años iban a morir millones de personas en Rusia en las condiciones más salvajes? Y el germen estaba en el libro. Ahora mismo puede estar puesto el germen de algo que dentro de cien años devenga en algo así. También puede ser de algo que salve a la humanidad.
El tema de la eterna juventud está tratado desde la antigüedad. Si usted tuviera en su poder la fórmula de la que habla en la novela, ¿qué haría con ella?
La que ocurre en este libro es una fórmula jodida, porque no es la fuente de la juventud eterna y la inmortalidad gratis; tienes que pagar un alto precio. Entonces no sé muy bien qué responder. Más me inclino por el no, pero en un momento dado uno puede decir que no tiene nada que perder.
Habla en el libro de la desmembración de la Unión Europea. ¿Considera que es el futuro?
Es una especie de guiño-chiste, pero es una posibilidad. En cierta forma yo creo que la Unión Europea, al admitir a todos los países del Este de sopetón, empezó a resentirse. Es lo que está en el fondo del Brexit. No lo sé. No tengo claro que siga siempre. No soy contrario a la Unión Europea, de hecho a mí lo del Brexit me ha molestado, pero es posible que se autodestruya.
¿Qué cree que ocurrirá cuando se agoten las existencias de petróleo, algo que pincela en su historia?
El petróleo se estima que en cien años habrá desparecido; no es infinito. Esto no es una elucubración, es real. Recuerdo un libro, de Asimov, donde había una tabla de todos los recursos (petróleo, cobre, etc.) y la previsión de que en algunos cientos de años no quedaba nada. Por eso hay que reciclar y por eso están ya todos buscando alternativas al petróleo, porque tiene los días contados.
También menciona la Tercera Guerra del Golfo.
Es una cosa un poco irónica pero que puede ser verdad. Yo he supuesto que hay otra Guerra del Golfo. Ha habido dos, ¿por qué no va a haber tres? Aquello no se ha solucionado.
En su libro La agenda negra se trata el tema de la venganza. ¿Cree que es factible el ojo por ojo?
Yo creo que la idea del ojo por ojo late dentro de todos nosotros, lo que ocurre es que ha sido un poco anulada esa tendencia innata por el bien de la vida en sociedad, porque si todos nos tomáramos la justicia por nuestra mano, estaríamos listos. Entonces ese sentimiento ha sido reprimido. Esa novela no soy yo quien la cuenta, es un personaje y este ni siquiera comparte la opinión de la organización que se dedica a tomarse la justicia por su mano, pero creo que en el fondo responde a algo que todos tenemos un poco dentro. Es el típico caso de, imagínate, un tipo que ha violado a seis niñas, está 15-20 años en la cárcel y luego a la calle. Nosotros, en nuestro fuero interno le rajaríamos el vientre; pues yo eso lo hago un poco en la novela.
Pero, como en la novela, también puede haber accidentes que provoquen muertes.
Efectivamente. La novela se pone un poco a favor y en contra del ojo por ojo. En el momento en que abras la puerta al ojo por ojo, se te puede ir de las manos. ¿Dónde está el límite? Por eso se invoca una estela famosa, de época bíblica, que es el Código de Hammurabi. Es una especie de códigos de comportamiento y uno de ellos dice lo que se dice en la novela: si un arquitecto construye una casa, y la casa se cae y muere el hijo del dueño, en el código de Hammurabi el castigo era matar al hijo del arquitecto. Hoy día eso es inconcebible, pero eso ha existido, y seguramente hay muchos lugares de la tierra donde se aplica el ojo por ojo todavía.
¿El fin justifica los medios?
Según qué fin. Imagínate la película Malditos bastardos. Él supone que un grupo terrorista judío mata a Hitler, que es un supuesto del futuro alternativo. Tiran una bomba y mueren las 200 personas del teatro, donde está Hitler y su Estado Mayor. ¿Está justificado? En ese caso, para mí sí. Ahí tienes un caso en el que el fin justifica los medios.
“No hay depredador más peligroso ni más cruel para nosotros que nuestros propios congéneres” es una frase de su obra. ¿Opina así? ¿El hombre es un lobo para el hombre?
Yo creo que hay seres humanos que tienen una bondad innata y no querrían hacer daño a los demás incluso aunque las leyes no obligaran a ello, quizás la mayoría, pero hay mucha gradación hasta llegar al psicópata loco asesino. Incluso a todos en un momento se nos puede ir la cabeza, pero normalmente ante una agresión. Entonces claro que el hombre puede ser un lobo para el hombre, o peor que el peor lobo. El ejemplo más claro es que cuando hay una guerra civil, todas las reglas se anulan. En realidad ese dicho es suave: un lobo no, un monstruo.
En algunas de sus novelas, el personaje se queda viudo y de ese hecho surge la historia de ese acontecimiento. ¿Cuál es el motivo?
En dos novelas: La coartada del diablo y La agenda negra. Es un motivo para arrancar y para dar pie a algunas cosas. Primero te simplifica un poco: es más fácil un personaje solitario que con mujer o con marido, porque entonces tienes que entrar en el juego de la relación. De todas formas, una novela como La agenda negra no puede ocurrir con una pareja, tiene que haber un desencadenante y alguien que esté solo para meterse en esa locura. Es un recurso que te facilita la historia que tienes que contar.
En realidad, en El Imperio de Yegorov no hay un viudo, pero sí está el abandono de una mujer a su marido.
Es cierto… Pero no es lo mismo. No tiene tanto peso. En las otras novelas es la condición sine qua nonpara que la historia arranque, para crear el entorno en el que se desarrolla el personaje. En esta se podría haber prescindido de eso. No sé si la ruptura de una relación, ya sea por muerte o por abandono, es condición sine qua non para todas mis novelas; yo espero que no (risas).
Publica su nueva novela con la editorial Menoscuarto. ¿Nos puede avanzar algo?
Sí, se llama El abismo verde y, en este caso, para quitarme directamente a los cónyuges de en medio (risas), para dejar a un personaje solo, es un sacerdote que se acaba de ordenar y lo mandan en misión a un pueblo perdido del Amazonas. Si dejas a alguien suelto, se puede meter en locuras.
¿Qué género le gusta más? ¿Novelas, microrrelatos…?
Yo tengo una dicotomía. Como escritor soy sintético. Veo gente que para contar una cosa que yo cuento en cinco páginas, utiliza 50, y el caso es que consigue hacerlo sin aburrir, pero yo no puedo. Tiendo a ser concentrado. Por eso, desde que empecé a escribir, siempre he escrito relatos, que es un poco lo que me surge de manera natural. Se te ocurre una historia, la desarrollas, puedes tardar una hora, tres horas, tres días, y ya está, la has terminado. Pero de alguna forma, con el tiempo, cuando uno ya lleva varios libros de relatos publicados, se plantea el desafío. También es cierto que la gente lo que más lee son novelas, las editoriales lo que quieren son novelas. Incluso yo como lector, ahora leo novelas y libros de relatos casi no.
¿Con qué libro se ha divertido más?
La verdad es que de los que he sacado, me he divertido con casi todos. De hecho es que cuando no me he divertido, se ve afectado el resultado y están todos en el archivo del ordenador. Con El Imperio de Yegorov, en concreto, la verdad es que me lo pasé bomba. No tenía muchas aspiraciones. La inmortalidad estaba por ahí larvada, la había intentado abordar por distintos caminos, hasta que se me ocurrió este. Cuando vi el mecanismo de contarla, me divertí mucho. Lo que pasa es que las novelas, como muchas cosas en esta vida, tienen su momento álgido y su momento de transición. Quizás me divertí tanto en El Imperio de Yegorovporque me fui a la elipsis salvaje, elipsis por todos lados.
Un libro que recomiende.
De los que he leído recientemente, dos de los que me han gustado son 13’99 euros (de Beigbeder, en la editorial Anagrama), y otro de viajes que se llama En Siberia, de Colin Thubron, donde describe un viaje por Siberia y está muy bien como literatura de viaje y cómo describe la sordidez de ese mundo ruso en decadencia. De los libros que he leído en el último trimestre, son los dos primeros que me han venido a la cabeza.
Manuel Moyano nos advierte: En El Imperio de Yegorov hay tres juegos metaliterarios relacionados con la historia en las portadas. ¿Será capaz el lector de encontrar los tres guiños? Desde aquí retamos a todos a divertirse intentándolo mientras comienzan con su próxima lectura: El abismo verde, la nueva obra de este escritor que seguro que, con su solitario protagonista, se convierte en un éxito.
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