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El escritor murciano Agustín Martínez nos habla de su nueva novela: La mala hierba
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“Hay que tener un poco de cuidado con lo que uno opina; los medios no pueden lanzar una vendetta contra alguien sin estar cien por cien seguros”

La mala hierba es la segunda novela de Agustín Martínez, publicada por Plaza & Janés. Este murciano asentado en la capital de España ha sido guionista de series de televisión como Víctor Ros, Sin tetas no hay paraíso o Acacias 38, en la que trabaja actualmente.
La mala hierba, que el mismo autor califica como wéstern, relata la historia de Míriam, una niña de 13 años que es acusada de asesinar a su madre. Su padre, al despertar del coma provocado por un disparo de los asaltantes, descubre que la Guardia Civil ha detenido a la menor. Jacobo debe enfrentarse entonces a un pueblo en el que nada es lo que parece y en donde los secretos comenzarán a salir a la luz, al mismo tiempo que trata de demostrar la inocencia de su hija.
Esta novela llena de suspense trasladará al lector a un paisaje desértico, al que la familia de la pequeña se ha visto obligada a mudarse tras perderlo todo. El calor abrasador, al igual que ya ocurriera con el frío de su anterior obra, Monteperdido, se convierte en un personaje más de la trama, una trama en la que solo crece la mala hierba.
En la novela de La mala hierba aparece esta frase: “Quizás la urbanidad de las ciudades sea una impostura, pero ¿quién quiere enfrentarse a como somos realmente?”. ¿Cree que en el pueblo la gente es más real?
Hay una tendencia a idealizar el mundo rural, a decir que la esencia del ser humano está en el pueblo, y creo que no es verdad. La ciudad trae muchos beneficios a nivel social y se establece en ella un respeto distinto; también porque hay menos relación con los que te rodean. En el pueblo es mucho más complicado.
El libro muestra una preocupación por el paisaje: “Hemos robado tantas cosas a esta tierra, que se está volviendo contra nosotros. Somos su plaga”. ¿Está de acuerdo con esta afirmación? ¿El ser humano perjudica a la tierra?
En el desierto de Tabernas, a parte de una realidad física y es que no llueve, el ser humano ha devastado la tierra. A base de forzar el cultivo en determinados sitios, se ha acelerado la desertización. Evidentemente somos una plaga para la tierra; estamos devastándola. El desierto de Almería es espectacular, pero también terrorífico, porque no hay vida, está todo muerto. Y uno ve cómo el paisaje de Lorca comienza a parecerse mucho al de Tabernas. En Murcia basta mirar lo que estamos haciendo con la costa para ver cómo nos estamos cargando todo el paisaje.
La protagonista de La mala hierba, Míriam, se traslada desde su ciudad hasta un pueblo prácticamente desierto.
Sí. Ella vive en un mundo normal, con una familia normal, acomodada, y de repente se hunden en la miseria y tienen que empezar en un desierto donde no hay nadie y sin nada. Qué injusticia, ¿no? Y ocurre una cosa muy de adolescente: la urgencia por solucionar las cosas. Todo parece eterno, cuando en realidad son pocos meses, pero uno quiere recuperar su vida rápido.

No obstante, hace años los niños se trasladaban mucho por el trabajo de sus padres y no sufrían tanto. ¿Tal vez actualmente no saben adaptarse a esos cambios?
No pretendo juzgar a la generación. Simplemente es una generación distinta, que maneja conceptos diferentes a los nuestros. Lo que sí creo es que en la generación de nuestros padres las expectativas eran muy diferentes. Ahora hay que ser muy guay, ser multimillonario, tener no sé cuántos mil followers en Twitter… si no, tu vida es un fracaso. Hay una presión excesiva para conseguir el éxito en todo. Los padres tenemos parte de responsabilidad, no solo la sociedad.
Precisamente, en la historia, los padres de la chica también se preguntan si lo están haciendo bien o mal. ¿Cree que si un hijo comete un crimen, los padres tienen parte de responsabilidad?
Sí. No de una manera absoluta, pero sí hay que tener en cuenta que un adolescente es muy permeable.
Míriam quiere formar parte de un grupo y eso le ocasiona ciertas dificultades. ¿Cree que las decisiones que se toman en la adolescencia influyen en el futuro?
Sí. Cuando eres adolescente rompes con un mundo infantil y empiezas a descubrir un mundo real, y en ese mundo real tienes que forjarte una personalidad. Yo trato de mostrar cómo las circunstancias que rodean ese momento pueden marcar la formación de la personalidad.
La obra parte de un asesinato y de la acusación de la hija como supuesta asesina. A partir de ello, es muy discutida la ley de menores. ¿Considera que un niño que ha matado a sus padres es consciente de sus actos?
Una chica de 13 años jamás puede ser responsable de sus actos. Todo aquel que haya tenido un hijo en esa edad sabe que se puede equivocar mucho, y eso no puede determinar el resto de su vida. Ahora mismo en España están los 14 años como edad penal (si tienes menos no vas a ningún sitio y a los 14 vas a reformatorios). Algunos centros de internamiento de menores son un despropósito porque se hipermedica a los niños y tienen unas medidas de seguridad que superan a las de una cárcel… Por ejemplo, en los centros de internamiento está prohibido que dos chicos estén solos hablando; desaparece la intimidad. Sí, es un castigo, pero ¿de qué sirve castigar a un chico de 15 años si no lo reeducas, si no le das la posibilidad de formarse?
La prensa es muy importante en la historia porque ofrece información sobre el caso. ¿Qué peso tienen los medios de comunicación al condenar a una persona?
Muchísimo. Es un poco terrorífico cómo saltan casos que son muy llamativos; durante un tiempo ocupan una serie de titulares y luego nos olvidamos completamente. Las dos novelas tocan un poco ese tema: ¿qué pasa después? En Monteperdido han desaparecido dos niñas; temporalmente han sido el centro de atención y luego nadie vuelve a preguntarse sobre eso. En La mala hierba se detiene a una chica nada más empezar la investigación y esa detención genera una bomba mediática. Pero ¿qué pasa con esa chica? Y, sobre todo, ¿qué pasa con el proceso? ¿Realmente la chica es la asesina? Creo que en eso somos bastante inconscientes. La noticia es tan llamativa que llenamos los periódicos de titulares, pero ¿quién arregla las cosas si luego la sentencia tira por otro lado? Hay que tener un poco de cuidado con lo que uno opina; los medios no pueden lanzar una vendetta contra alguien sin estar cien por cien seguros.
Usted es guionista. ¿Cuando escribe una novela, piensa en transformarla en película?
No. En Monteperdido hay un poquito más de eso porque nació como una miniserie de televisión y todavía queda dentro cierta estructura televisiva. Cuando te pones a escribir novela, en realidad, lo que intentas es usar todas las cosas que no puedes usar cuando estás escribiendo un guion. Lo que pasa es que llevo veintitantos años escribiendo guiones y tengo una manera de pensar que es muy visual, y aunque yo intente dejarlo a un lado, está ahí.
¿Nos puede explicar en qué consiste el trabajo de guionista?
Los guionistas somos autónomos y vamos saltando de proyecto en proyecto. No pertenecemos a ninguna cadena. A veces el proyecto lo generas tú y otras veces es la productora la que te busca a ti. Se trabaja en equipo: en Acacias 38, por ejemplo, nosotros escribimos un capítulo argumentado, secuencia a secuencia; pasa a otro equipo, que son los dialoguistas y lo dialogan. El prime time funciona de otra manera: se forma un equipo de cuatro o cinco personas que hacen toda la temporada, y después cada uno escribe un capítulo.
Fue el coordinador de la segunda temporada de Víctor Ros, la serie basada en las novelas de Jerónimo Tristante. ¿Qué tiene que tener una novela para que se transforme en una serie o película?
Tiene que tener un universo propio; es decir, no solo el argumento, sino todo lo que hay alrededor. El universo que envuelve a un personaje es el que genera toda la serie. En el caso de Víctor Ros, Jerónimo tiene a un personaje muy bueno y un universo muy interesante (todo el mundo policial de finales del siglo xix). El punto de partida tiene que ser lo suficientemente potente como para generar muchas tramas en muchas direcciones.
¿Cómo es la comunicación entre el guionista y el escritor?
Yo he estado en los dos lados: escribiendo una novela y escribiendo un guion. Reconozco que hay un elemento que es difícil de entender para un novelista que no ha estado nunca en televisión ni en cine y que fastidia, claro, y es que nosotros tenemos muchísimas limitaciones. Con Víctor Rosen la segunda temporada nos basamos en la novela de Jerónimo que está ambientada en Londres. El punto de partida está muy guay, pero es que no podíamos ir a Londres. A nivel de producción es imposible. Entonces el escritor tiene que tener los pies en la tierra como para decir “lo entiendo”. Jerónimo es un sol y nos dio todas las facilidades del mundo. Hay escritores que son muy por la obra y otros que son más cerriles.
¿Qué lado le gusta más: el de novelista o el de guionista?
Me gustan mucho los dos. Cada uno tiene sus virtudes. La novela me permite tocar temas que en la televisión es más complicado por ideas de audiencia. Y lo que más disfruto de la televisión es el trabajo en equipo. Me parece una fortuna trabajar con gente brillante: es una formación continua. Sin embargo, en la novela es muy satisfactorio el encuentro directo con la gente.
Las redes sociales también le permitirán acercarse a los lectores.
A través de Twitter y de Facebook te llega mucho. Y también están muy bien las reseñas que se hacen en Internet. La crítica especializada quizás se ha centrado en un tipo de novela más literaria y creo que hemos perdido lo fundamental: la literatura es para generar lectores y, sin embargo, nos hemos olvidado de ellos. Al final estás creando murallas y me parece un error. Durante mucho tiempo se ha dicho que la literatura te forma, que vas a ser más brillante si lees mucho; y yo creo que hemos olvidado lo principal, y es que te vas a divertir: te lo vas a pasar bien leyendo un libro. Ahí es donde se han perdido muchos lectores.
Un libro que recomiende.
Me pareció una maravilla El mar, de John Banville. También me gustó muchísimo Meridiano de sangre, de Cormac McCarthy, un wéstern súper salvaje, alucinante.
los medios tienen tal poder que da miedo pensar en ello
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Así es. Por eso hay que tener cuidado con el tratamiento de la información, y precisamente la novela de Agustín pretende profundizar en este tema. Al leerla, te hace reflexionar sobre el asunto.
¡Muchas gracias por leer la entrevista y por el comentario!
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