Mariano Sanz: “Nos hacemos la ilusión de que necesitamos el contacto con los demás, pero, en el fondo, todos estamos solos”

El comisario Soto es una de las últimas publicaciones de Mariano Sanz, un escritor cuyo interés por la cultura le ha hecho atravesar desiertos y editar varios libros. Este perito industrial, psicólogo e historiador recrea en su novela, publicada por Raspabook, la vida de un comisario en la Barcelona de los años de la posguerra, etapa que él mismo vivió en aquella ciudad. Una novela costumbrista, una radiografía de aquel momento, un retrato de un país con personajes verosímiles y anclados en la realidad. Muy crítico con la situación en Cataluña, y en España, Mariano Sanz en su blog comenta los problemas políticos actuales, un aspecto que no puede olvidar por tener allí a parte de su familia.

Mariano Sanz
Mariano Sanz en Expolibro

 

Ha tocado múltiples temas y géneros en sus libros y los propios títulos hablan por sí solos: Cuentos truculentos, Vampiros y otros relatos, Viaje por el Sáhara Occidental o El comisario Soto. ¿Hay algún género con el que se sienta más cómodo?

Me siento muy cómodo en el relato; desde una página hasta veinticinco. Por mi forma de ser, por la vida que llevo, no soy capaz de hacerme un planteamiento a dos o tres años, con estructura de una novela. El relato en unas sesiones lo has terminado. Y tiene una estructura muy cómoda: tiene personalidad propia y te permite cambiar de tema. Rubén Castillo, que es muy buen crítico, decía que a él le gustaban esos libros de relatos que no tienen relación uno con otro. A mí me gusta eso, probar cosas distintas, porque la vida es muy diferente, y trato de reflejar mis propias opiniones y también mis vivencias. No soy un escritor de fantasía.

Sí, porque El comisario Soto es bastante realista.

Muy realista. Tenía muchas ganas de escribir la historia de esos personajes que conocí. Quizás por mi deformación de historiador, me gusta anclar las cosas en la realidad. Luego sobre eso se fantasea. Las cosas que describo, están allí. En eso sigo mucho la estela de Vázquez Montalbán. Por ejemplo, en El comisario Sotohay una serie de personajes que son absolutamente reales; no he tenido que hacer ningún esfuerzo para imaginármelos porque los he conocido tal cual. Sin embargo, hay otros que no solamente son inexistentes, sino que o yo les he fabricado o ellos se han fabricado per seuna vida completamente de fantasía. Los personajes funcionan porque salen de ti. Escribes tú. Otra cosa es que sea tu subconsciente el que los crea. Es como los sueños.

¿Se ha inspirado en alguien?

Soto es un personaje real que fue comisario y que se llamaba así. Es más, yo creo que está escrito conforme a lo que era; no he fantaseado nada. Me he permitido eso porque no tuvo descendencia ni era de mi familia, y entonces no hay implicaciones de ningún tipo. Era tal y como se describe ahí: una buena persona que acabó, por circunstancias de la vida, como acabó. Sin embargo, los otros personajes son absolutamente inventados.

Por un instante pensaba que todo en la vida se reduce a un ejercicio de imaginación; la realidad es demasiado fea para vivir instalado en ella de forma permanente. Esta es una frase de su libro. ¿Escribe para escapar de la realidad?

No, vivo para escapar de esa realidad. La realidad a veces es tan fea que, si de verdad reflexionáramos sobre lo que es, acabaríamos como Kafka. La historia de nuestra humanidad es una estupidez sobre otra; es horroroso. Algunas veces me acuerdo que yo perdí la fe (en sentido muy amplio) cuando fui a Egipto la primera vez, porque vi una civilización de hace 3000 años que ya creía en los dioses y nosotros no hemos avanzado nada en ese aspecto.

Precisamente la religión también es un tema que trata en el Comisario: Las iglesias no se construyen para honrar a los dioses, sino para impresionar a los hombres haciéndoles ver la magnitud del inquilino a través de lo excelso de la morada. ¿Usted está de acuerdo?

Lo creo absolutamente.

¿No ocurriría lo mismo con un palacio o con el propio Congreso? ¿No puede ser una forma de mostrar algo que en realidad no es?

Nos guiamos mucho por los aspectos externos. Por ejemplo, este papa último que tenemos, que es bastante popular, ¿inspiraría el mismo respeto si fuera con vaqueros cagados, unos tirantes, unos pendientes y unas rastas? No. Entonces es muy importante. Eso no quiere decir que yo lo encuentre mal ni bien, simplemente es una constatación. Las apariencias son definitivas, definitorias.

Siempre que he viajado, me he fiado de la primera mirada. Hay una primera mirada que es sorpresiva. Los ojos vírgenes captan cosas que ya no captarán más. Hay un segundo periodo que es de análisis, un tercero que es de escepticismo y un cuarto de rechazo. La primera mirada, que es la mirada de la fascinación, es fantástica. Es como el enamoramiento. Esa mirada es fugaz.

El pasado se contempla como una etapa nebulosa en la que sucedieron hechos que nos parecen extraños, ajenos, nos resultan difíciles de identificar si alguien nos los recuerda. ¿Cómo recuerda la posguerra?

No me gusta recordarlo. Me engañaron como a un chino y he tenido que esperar muchísimos años para darme cuenta de que era mentira. He tenido que reinterpretar la historia, y tengo la sensación de que es un fenómeno bastante habitual, que no me pasa a mí solo. Hubo un silencio terrible entre los vencedores y los vencidos. Yo me crie entre los vencedores, aquí en Murcia. Hubo una especie de conspiración de silencio. No queda favorecida ni mi propia gente, a la que respetaba muchísimo.

Ha dicho que ha tenido que reinterpretar la historia. Ahora, lo que pretenden muchos, es reescribirla.

Como historiador, le tengo mucho respeto a los historiadores con mayúsculas, y me han enseñado la historia de verdad y a hacer crítica de fuentes. En la guerra todo el mundo hace barbaridades y todo el mundo la pierde. Pero en la posguerra sí que hay responsabilidades. Todavía estamos ochenta años más tarde con la memoria histórica. No hemos sabido enterrar a nuestros muertos.

¿La Guerra Civil es una herida cerrada en falso y que, por tanto, continuará sangrando durante mucho tiempo, tal y como dice en su novela?

Sí. Sigue sangrando. Mira cada día. Quizás porque era una guerra civil. De hecho, Cataluña tiene un enemigo externo; nosotros no tenemos. Solo tenemos a Rajoy, al que todo el mundo le tira pero no se cae.

De Cataluña habla mucho en su blog.

El tema lo tengo muy cercano. Tengo tres hijos catalanes a los que quiero muchísimo y son separatistas parte de ellos. Tengo nietos que me preguntan: «Abuelo, ¿por qué tengo yo que hablar castellano?». A mí esto me duele extraordinariamente y me parece un disparate.

¿Y qué les responde?

Pues intento explicárselo lo mejor que puedo: mira, en mi biblioteca hay libros en castellano, en francés, en catalán… El idioma es simplemente una forma de comunicarse; cuantos más conozcas mejor. Ahora, que tengas claro una cosa: si sabes castellano, podrás comunicarte con seiscientos millones de personas; si sabes catalán, con siete millones. Y si supieras chino, te podrías comunicar con mil quinientos millones. Tú elige el medio que quieras. A mí me parece que, si vives en España, es muy práctico que hables castellano. Los niños en Cataluña, hasta los cuatro o cinco años no lo hablan, pero de cinco a siete se convierten en bilingües. El castellano es su segunda lengua, no la primera.

Pero eso les debe influir ideológicamente.

Claro que sí. Y mucho. Es que en Cataluña está el sentimiento de que son tratados injustamente por una gran parte de la población. Yo creo que eso no es absolutamente real, pero sí entiendo que pase, porque todos en este país tenemos la sensación de injusticia, de deterioro social. El tema catalán se ha tratado de una forma desafortunada con el Gobierno Central.

Del castellano y su relación con la guerra también habla El comisario Soto: El castellano de los vencedores había inundado todo el país en un intento de uniformar España que no tardaría en manifestarse inútil y contraproducente. De esos polvos se arrastrarían lodos durante muchos años, quizás para siempre. ¿El problema de Cataluña actual sería uno de esos lodos?

Sin duda. El problema de Cataluña arranca en las guerras carlistas, mal explicadas, y muy manipuladas por la historia; pero ya en tiempos más cercanos arranca del fusilamiento de Companys, de la Guerra Civil, de la estupidez del franquismo de intentar eliminar un idioma que tiene la misma categoría que el castellano (si bien desde el punto de vista de la cantidad de gente que lo habla, es muy minoritario).

Usted que tiene familia allí, ¿cómo cree que va a terminar la situación?

Es cuestión de tiempo. Al final acabará bien porque no tiene otra solución. Pero nos va a costar mucho, y a ellos también. Ya nos ha costado. Millones, las empresas que se han ido, los depósitos… El problema es que los bancos salen ganando dinero.

Ahora que está en boga el papel de la mujer en la sociedad, vemos el pensamiento de una esposa en la posguerra: El resto de las malas costumbres de su marido no tenían mucha importancia, eran cosas de hombres y las esposas tenían, entre sus múltiples obligaciones, la de soportarlas con cristiana resignación.

Si retrato esos tiempos, los tengo que retratar como eran. Se vivía así. Ese personaje, que también es real, era así. Es mi parte de historiador, no entra la fantasía. Si quería retratar esos personajes, tenía que retratarlos como eran antes.

Sin embargo, también hay mujeres que apoyaban ya entonces un cambio: El futuro de las mujeres es ocupar el mismo lugar que el de los hombres.

No he querido hacer juicios actuales. Pero ese otro personaje era de la República. En la República se abrió una ventana, y durante algunos años hubo un aire fresco. Existía ese tipo de mujer. Lo que pasa es que la guerra lo laminó por completo. Igual que laminó a los maestros de la República y fue la peor pérdida, en términos culturales, que hubo en este país. Pero es que era natural. ¿Un dictador qué va a hacer?

El mundo empieza y termina en uno mismo. A pesar de que vivamos rodeados de gente, en los instantes cruciales estamos solos, ni nuestros más íntimos suelen estar dispuestos a acompañarnos en los difíciles momentos de desesperanza. ¿Cree que uno de los males del siglo XXI es la soledad?

La soledad no es ni un mal ni un bien; es una circunstancia. La persona es un ente solitario. Nos hacemos la ilusión de que necesitamos el contacto con los demás, pero, en el fondo, todos estamos solos. No podemos extrapolar nuestros pensamientos; yo me imagino el mundo de una manera, pero yo no puedo saber si mi mirada es la misma que la tuya. A esa soledad me refiero.

Un libro que recomiende.

Viaje al centro de la filosofía, de Nemrod Carrasco. Es un baño por la filosofía para no filósofos, que creo que es la ciencia madre en el sentido de que te enseña a pensar, y lo más elevado que tenemos es pensar.

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