Rafael Balanzá: «El combustible principal de la Historia es el rencor»

Rafael Balanzá, ganador del legendario premio Café Gijón en 2009 por su novela Los asesinos lentos y cuyo audiolibro de Recado de un muerto acaba de salir a la venta, nos presenta su nueva creación, Los dioses carnívoros, publicada por la editorial Algaida. Esta obra, que el propio autor define como una novela de intriga al estilo de las películas de Alfred Hitchcock, relata la historia de un hombre, Damián Ferrer, que, a sus 50 años, lo ha perdido todo. Decidido a seguir luchando, comienza una nueva vida como portero de un edificio de su ciudad: un trabajo en apariencia tranquilo y que le permitirá subsistir económicamente hasta su jubilación. Pero unos extraños sucesos trastocarán su deseo de paz y convertirán su vida en una pesadilla.

El escritor nos habla de las claves que sustentan Los dioses carnívoros, escrita en 2015: el amor, la seguridad o el miedo; temas de total actualidad. El propio autor se lamenta al ver reflejada una escena de su obra en un atentado perpetrado posteriormente en otra ciudad costera.

Rafael Balanzá
Rafael Balanzá. Fotografía: Portal web Conocer al autor

La novela empieza con mucha fuerza. En la primera página ya encontramos esta sentencia: “La culpa es el peor castigo, sobre todo cuando no existe delito ni pecado”.

Es un guiño a Kafka. El proceso es eso: una mañana se presentaron para detener a Josef K. sin que hubiera hecho nada. Eres culpable y no sabes de qué. Es un poco el eco de toda la literatura de Kafka. Damián Ferrer es un personaje que posiblemente tenga un cierto complejo de culpa, una autoestima quebradiza.

El tema de la libertad, como en sus anteriores obras, vuelve a estar muy presente, y en el libro se realiza la siguiente reflexión: “¿Somos libres para el amor, para el sacrificio o para la venganza, cuando los impulsos esenciales están inscritos en nuestros genes y llevados a su expresión más sutil y compleja en nuestras culturas?”.

Esa es una de las reflexiones claves del libro y una de las conexiones con mi obra anterior. Procuré que la parte reflexiva, ensayística, quedara acotada a ciertos pasajes: lo que yo denomino el ensayo sobre el rencor. La posibilidad del mal está ahí; la libertad, la elección entre el bien y el mal y el por qué de esa elección son mis temas, por lo que vuelven a estar en esta novela.

En la anterior pregunta hemos mencionado la venganza. ¿Usted cree, como se dice en la obra, que la venganza mueve el mundo?

Yo te diría que el combustible principal de la Historia es el rencor (el rencor y la venganza son dos caras de la misma moneda). Lamentablemente es así. En el mismo libro se recogen una serie de episodios históricos que reflejan esto. Este planteamiento es contrario a las ideas que predominaron en la Ilustración francesa, es contrario al espíritu de Rousseau. Mi visión es hobbesiana, no es optimista. Eso cala en algunos personajes que luego se expresan libremente y a lo mejor llevan esas tesis más lejos de lo que yo las llevaría. Es opinión de un personaje, no es opinión del autor. Pero si tú me preguntas a mí como autor qué es lo que pienso: sí, yo creo que desgraciadamente es así. En este sentido los ideales de la Ilustración han resultado fallidos. Por desgracia, el rencor es uno de los querosenos con los que avanza la propulsión del mundo.

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Portada «Los dioses carnívoros». Fotografía: pasajelibros.com

En Los dioses carnívoros se afirma que “la vida misma es una forma de venganza”.

Nietzsche dice que hay que estar siempre a favor de la vida, que la vida es para los fuertes, que hay que sobrevivir a toda costa y que no hay que aplastar impulsos esenciales como los impulsos hacia la voluntad de poder o hacia la violencia. Las tesis del ensayo sobre el rencor serían tesis nietzscheanas, claramente. No son mis ideas. Ahora, creo que esas ideas, por desgracia, tienen mucho más peso del que se le quiere conceder normalmente. Hay que tomarlas muy en serio, y tomarlas en serio es, por ejemplo, lo que hace Woody Allen en Match Point, donde presenta problemas muy parecidos a los que planteo yo: por qué no matar si me beneficia. Voy en esa línea, una línea que viene del existencialismo europeo.

¿La justicia no produce la misma calma que genera la venganza?

Lo que sugieres es el ideal platónico. Digamos que es lo que nos gustaría creer a todos: que la justicia es la que trae la calma y no la venganza. Pero como autor te diría que no lo sé, porque al final todo depende de una pregunta para la que yo no tengo respuesta tajante. Diría que soy un agnóstico al que le gustaría llegar a creer en algo más que en lo puramente terrenal, porque, en términos puramente terrenales y aplicando la lógica analítica, la venganza es una opción que puede atribuirse a fuerzas que están en la naturaleza. A mi hijo no le escondo mis dudas, pero intento orientarlo hacia los principios que, al final, son los que caracterizan a toda nuestra civilización, seamos o no creyentes: los principios cristianos. Yo apostaría por esos principios, pero como escritor lo que intento es señalar el problema; decir dónde está la herida por cerrar, no darla como una herida cerrada.

Ha dicho que a usted le gustaría llegar a creer. El protagonista, en ocasiones, se siente derrotado, pero se esfuerza en seguir creyendo. ¿Vale la pena esforzarse por creer cuando en el fondo has dejado de hacerlo?

El personaje de esta novela es el típico damnificado por la crisis: en la mediana edad, pierde su trabajo, se encuentra con una vida desecha, divorciado… A partir de cierta edad, es difícil ilusionarse, porque empezar la vida de nuevo como intenta hacer Damián Ferrer con cincuenta años es muy difícil. Es un personaje en un momento terrible y lo que le pasa es más terrible todavía de lo que él puede esperar.

Damián termina afirmando que el orgullo es la mejor trampa que ha inventado la vida.

Damián, en la novela, no se declara budista, pero estaría cerca. El budismo es ante todo buscar la paz interior, renunciar a las ambiciones mundanas. En gran medida es renunciar a los deseos porque estos son ilusorios y conducen al dolor. Es la situación de tranquilidad en la que está Damián Ferrer. Él, cuando acepta el puesto de conserje en el edifico, piensa: “Bueno, aquí no tendré problemas”. Es un personaje con una posible grieta en la autoestima, pero eso no significa que no se valore a sí mismo.

El tema de la desconfianza está muy presente en la relación que el protagonista comienza.

Ese es otro tema clave. Ahí es donde confluye la trama amorosa del libro con la intriga. ¿Estaré contigo mañana?, ¿el año que viene? ¿Me puedo fiar realmente de ti? Tanto en la cuestión de la ética como en la vida de pareja aparece la fe: al final creo en ti porque quiero creer.

Entonces, ¿el precio de la seguridad es la soledad?

La soledad aporta seguridad en cuanto a que en la soledad te libras de la posibilidad de la decepción. Siempre que empiezas una historia de amor, te arriesgas a la decepción; entonces, vale, aporta seguridad, pero el precio es ese: la soledad.

Un libro que recomiende.

Necesario pero imposible, de Javier Gomá Lanzón, que me parece un filósofo de referencia.

 

[Vía La Opinión de Murcia]

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