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El poeta y prosista José Óscar ha publicado, en el 2017, Fragmentos de un mundo acelerado: «Me gusta borrar los límites de los géneros para desafiar, sobre todo, al lector»
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«He leído como treinta libros de Philip K. Dick, pero no soy un friki de la ciencia ficción»
José Óscar López es un escritor murciano que cuenta con diversas obras publicadas, tanto en prosa como en poesía: Los monos insomnes, Vigilia del asesino o Llegada a las islas son algunos de los títulos de sus ejemplares. Ahora regresa, de la mano de la editorial Balduque, con Fragmentos de un mundo acelerado. Este libro nos presenta una recopilación de relatos y micorrelatos que el escritor ha reunido en los últimos años. En él describe la aparición de seres sobrenaturales con la misma facilidad con la que cuenta la historia del primer beso de la humanidad. Una imaginación de la que hace gala el murciano y que nos permite adentrarnos en mundos paralelos, en viajes en el tiempo e, incluso, en sus clases en un instituto. Realidad y ficción se entremezclan y conforman una obra singular, de fácil lectura y con una gran dosis de entretenimiento, que, al mismo tiempo, romperá los límites de lo establecido y entre cuyas sombras encontraremos esbozos de nuestra realidad, que no son más que Fragmentos de un mundo acelerado.
José Óscar nos habla de su entrada en la literatura cuando solo era un niño, de sus mecanismos de creación y de su amor por este arte.

Hay algunos textos de Fragmentos de un mundo acelerado que tienen cuatro líneas y otros, sin embargo, son de cuatro páginas. ¿Cómo diferencia microrrelato de relato?
No podemos venderlo estrictamente como un libro de microrrelatos, porque vendrían los filólogos y los expertos a decirnos «eso ya no es un microrrelato», y es verdad. Pero sí me muevo en el terreno de la brevedad. Son cuentos, sea cual sea su extensión, que tienen en común la búsqueda de la intensidad. Me gusta borrar los límites de los géneros para desafiar, sobre todo, al lector; para sorprenderle. Y este género tiene un pie en el cuento, pero también tiene mucho que ver con la poesía por el hecho de que cada palabra cuenta, y esto a mí me encanta. Es algo que he aprendido en mis intentos de hacer poesía: la importancia de la palabra.
¿Cómo ha sido la elaboración de este libro?
Hace ocho años empecé a escribir microrrelatos y, después de un tiempo, me enganché a su escritura. Además, me permitieron una respuesta instantánea en las redes sociales (incluso en Twitter me ha cabido alguno). Esta exposición instantánea fue lo que me animó a escribirlos: escribir y lanzarlos. Y me piqué, me divertía mucho. Enseguida vi que de ahí podía salir un libro. Me han acompañado durante prácticamente ocho años (e, incluso, hay alguno que tiene veinte años) casi como un diario donde hay seres sobrenaturales, historias muy exageradas, todo tipo de locuras… Lo que se ve es fantasía, pero debajo están las sombras de lo real. Me apetece ofrecer al lector entretenimiento.
Los poemas de su libro Los nuevos dioses, empezando por los títulos con los que se presentan, resultan muy extraños.
Con ese libro yo tenía 24 años. Ha pasado mucho tiempo, pero le tengo mucho cariño. Cuando era muy joven quería ser vanguardista. A finales de los 80 descubrí La historia abreviada de la literatura portátil, de Vila-Matas, que homenajea esos años de las vanguardias, y yo quería ser uno de ellos. Me seducía. Y, mucho después, cuando salió Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño, recuerdo leer la contraportada y decir «esto está escrito para mí». Eran jóvenes que buscaban algo inalcanzable, raro, experimentar…, y de ahí mi gusto por la vanguardia, que creo que sigo manteniendo. En Llegada a las islas, que es más reciente, está también.
En sus relatos aparecen seres sobrenaturales y mundos fantásticos. ¿Cree en ellos?
No, no. No creo en absoluto. En nada. Soy más bien agnóstico, aunque la idea de Dios me seduce y me da mucho que pensar, pero no tengo ningún tipo de creencia en lo sobrenatural. Sin embargo, sí son elementos con los que me gusta mucho jugar. Me interesa mucho, a través de la fantasía, de la ficción y de la exageración o del humor, decir cosas del mundo. Estas historias, de alguna forma, recogen las sombras de la realidad.
También se habla mucho de la inmortalidad en esta obra. ¿Le gustaría ser inmortal?
Sí, claro. Disponemos de muy poco tiempo en la vida y a mí me encantaría ser inmortal para hacer mil cosas que me gustan y no tengo tiempo de hacer; y me gustaría ser inmortal para ver si de una maldita vez nuestra civilización se desarrolla un poco y dejamos el fango en el que estamos envueltos: la violencia, la guerra, etc. Pero sé que no va a ser posible. Sin embargo, me gusta imaginar a otros personajes. Yo, generalmente, improviso absolutamente, porque quiero saber a dónde va todo al mismo tiempo que el lector. Me gusta sorprenderme porque tengo la impresión de que, sorprendiéndome a mí mismo, voy a lograr sorprender al lector.

Hay en Fragmentos de un mundo acelerado una historia de un joven que dibuja una chica desnuda y su novia siente vergüenza porque sabe que se trata de ella. ¿Le ha ocurrido algo similar alguna vez?
Sí, me ha pasado en alguna ocasión: utilizar lo que uno conoce en algún relato y luego notar la incomodidad; esto me ha hecho sentir mal porque no tengo deseo de hacer daño. Lo vivo con conflicto, por lo que he acabado derivando hacia un tipo de literatura en la que me aparto mucho de la realidad. Juego a tratar de decir cosas reales de forma alegórica; el dolor ajeno me produce mucho respeto.
«Dicen que el secreto de la felicidad consiste en realizar como adulto lo que uno desea cuando es niño». ¿Con qué soñaba usted?
Yo creo que soñaba con muchas cosas, y una de ellas era la literatura. Era el típico niño repelente, devorador de libros. Conservo el carnet de la biblioteca de Lorca número 35, con mi cara de 12 años. Me sacaba los libros de El Barco de Vapor de tres en tres; así que entre esos sueños de niño también estaba la literatura.
¿Qué pretende con los libros?
Yo pretendo que el lector se entretenga y darle muchas cosas: ideas, sensaciones, historias… Creo que también practico la filosofía-ficción, porque me gusta darle la vuelta a las ideas, creando historias con sofismas y, sobre todo, con algo que a mí me encanta: la paradoja. Decía Gilles Deleuze que los que inventan la filosofía, los griegos, eran unos grandes enamorados de la paradoja porque estaban tan interesados en el pensamiento que las paradojas les fascinaban, porque evidencian sus límites. De repente el pensamiento entra en cortocircuito, y esos cortocircuitos me parecen maravillosos para construir relatos.
En Llegada a las islas aparece la siguiente pregunta: «¿Fue antes la tortuga o el caparazón?»
Juego un poco con la fábula de Aquiles y con la idea de la desprotección. El libro habla de estar en un momento difícil y tratar de recuperar la confianza en las palabras; eso es lo que me sucedió en esa época: notaba que las palabras dejaban de servirme para lo que tienen que servirte, que es para estar en contacto con los demás. Con este libro traté de volver a divertirme con las palabras. La tortuga y el caparazón tienen que ver con la lentitud y con la necesidad de protegerte del daño del exterior.
Su profesión, profesor, o su carrera, filólogo, ¿han influido en su escritura?
Mi profesión no, pero ser filólogo sí. Creo en la filología. El placer del texto me parece maravilloso y me encanta haber estudiado filología. Tendrá que ver con mi amor al lenguaje.
Hay historias en su libro en las que las palabras cobran una especial importancia, como el texto que le dedica al diccionario.
Creo que quien me lea se dará cuenta de que el lenguaje me interesa mucho. El lenguaje nos une; yo me relaciono con los lectores a través de él, así que es muy importante cuidarlo. La escritura lleva mucho tiempo, no da dinero y cada vez lo hace más gente, y ¿por qué? Yo la concibo como una historia de amor, porque es preparar muy cuidadosamente un texto para que alguien a quien no conoces lo disfrute al máximo, y darle toda la intensidad y todo el placer que puedas.
¿Cree que la literatura está de moda?
Lo que la gente quiere es ser protagonista. De literatura, en la mayor parte de los casos, creo que hay poco. Otro, a lo mejor, podría pensar lo mismo de mí. En España todos somos escritores, pero lectores parece que hay muy pocos. Aun así, hay mucha gente publicando que es superinteresante.
En Murcia se está produciendo un auge de la literatura.
Y con una calidad impresionante. Yo todavía descubro gente interesante. Es una cuestión de matemáticas: cuanta más gente publique, más proporción hay de buenas obras. Te juntas con gente que, como tú, es enferma de la lectura y hace cuarenta años todos coincidían en el mismo libro, pero ahora es muy difícil, porque hay tanto y tan bueno…Desde hace un tiempo estamos viviendo una época muy estimulante.
En uno de sus relatos se afirma lo siguiente: «El fin de todo viaje supone el principio de un nuevo viaje». ¿Cuál es su próximo viaje?
Otro libro. Tengo un libro de poemas que espero que salga el año que viene. Hace años me agobiaba no poder encontrar editorial. Ahora, la verdad, es que veo que es muy sano: la poesía es muy exigente y hay que ir puliendo y seleccionando.
¿Alguna vez se ha planteado escribir una novela?
Lo he intentado varias veces y han acabado en la basura, pero yo voy a insistir. Estoy trabajando en otro intento de novela que no sé si acabará como las anteriores: en el limbo de los discos duros.
¿Le gusta leer ciencia ficción?
Recurro a la ciencia ficción mucho en la literatura, pero no soy un gran lector de este género. Es un malentendido que me persigue. Es verdad que he leído como treinta libros de Philip K. Dick, pero no soy un friki de la ciencia ficción. A él lo he leído mucho porque me entusiasmó lo marciano y lo raro que es. Creo que es el Kafka puesto en medio de la clase obrera norteamericana de la segunda mitad del siglo xx.
Un libro que recomiende.
Ahora mismo estoy leyendo un libro que me está fascinando: Nemo, de Gonzalo Hidalgo Bayal. Es una novela maravillosamente escrita con una gran historia. Es espectacular. Fascinante.
[Vía La Opinión de Murcia y El Periodicum]