Marisa López Soria: «El aburrimiento genera inconformismo»

Marisa López Soria es una escritora que ha destacado en el mundo de la literatura infantil y juvenil con una veintena de títulos publicados. Su profesión como maestra le ha llevado a acercarse a los niños y a querer enseñarles el poder de la lectura. Su último libro acaba de ser presentado: Payasa en el parque, de la editorial A buen paso.

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¿Siempre ha querido dedicarse a escribir literatura infantil?

No. Quería ser escritora, y eso era ser escritora con letras mayúsculas: escritora de literatura de adultos; pero me di cuenta, leyendo a los buenos autores de literatura infantil, que la literatura se puede escribir con mayúsculas para niños. Y desde luego ese es mi deseo, mi único propósito. No quiero escribir modas, bobaditas, como si los niños fueran pequeños, sino como seres que entienden prácticamente todo. Tengo que escribir lo que siento, lo que me gusta, y no lo que me piden muchas veces los editores o las modas. Ahora mismo hay una tendencia —extrema desde mi punto de vista—a hacer literatura que sea vendible y que sea para resolver ciertos problemas. Yo creo que la literatura te sirve porque hay algo que se desprende y es como si exprimieras un limón: el jugo sale pero no puede ser (o no debería ser) explícito ni tan burdo como resulta muchas veces.

¿Cree que es un género menospreciado?

Totalmente. Fíjate qué gran error, porque precisamente el futuro son los niños. Son los próximos artistas, los próximos políticos, gobernantes, investigadores… En cambio, el mundo de la literatura infantil, curiosamente, está minusvalorado. Me maravilla la ceguera política: los niños son importantísimos, son la base, son el futuro.

Su libro de poemas Chocolate y Besostrata muchos de los juegos infantiles de otras épocas. ¿Cree que los niños han perdido vivencias al no jugar en la calle con una cuerda y un trozo de tiza?

Yo creo que sí. Lo que ocurre es que en los patios de los colegios se van recuperando juegos que se habían perdido. De pronto se pone de moda otra vez el saltar a la goma elástica o la rayuela. Es como si tuviéramos en el inconsciente algo que nos va volviendo a recuperar a nuestros ancestros de alguna manera.

Sin embargo, con la introducción del mundo electrónico, los niños se relacionan menos porque juegan en soledad…

Pero no en el patio del recreo. Allí se vuelve a repetir la infancia tal cual. En cambio, fuera, el problema es que desde muy pronto los padres les ofrecen los juegos electrónicos. Deberían saber que aburrirse es necesario: es lo que va creando personas inconformistas, personas con ganas de inventar. Y la pena es esa. Las dos partes al final pueden convivir, pero hay que saber diferenciar y no utilizar la parte electrónica como fondo de saco donde el niño no molesta, que es lo que se está haciendo actualmente.

¿Usted a qué jugaba cuando era una niña?

Jugaba muchísimo a la pelota, a la rayuela… Muchísimos juegos de calle. Pero normalmente lo que hacía era leer. Era más estática que activa.

¿Cree que el amor infantil, reflejado en sus escritos, es importante en la vida de un niño?

Muchísimo. Hay niños muy pequeños que están enamorados de su amiga. Para ellos es importantísimo y debe serlo también para la familia (entendiendo lo que ocurre ahí, evidentemente). Yo lo veo hermosísimo. Son los primeros acercamientos al otro y son emociones muy potentes, muy poderosas.

Payasa_300.jpgEso también lleva al desamor…

Claro, es el que el desamor forma parte de la vida. Todavía me acuerdo de los desprecios que me hacía mi mejor amiga cuando me dejaba abandonada. Eso te ayuda a madurar también.

¿Y todo eso se puede enseñar a través de la literatura? ¿Cree que la literatura es la mejor forma para que los más pequeños comprendan temas vitales?

Yo creo que sí, pero no cuando son tan evidentes. En una historia se desprende que la heroína ha sido valiente; no hay que mostrarlo todo. Esas cosas al final te estropean la parte literaria. En la historia de la literatura tenemos ejemplos de emociones y de superación del miedo continuamente, empezando por los cuentos clásicos, que deberían ser los que obligatoriamente hay que mostrar a los niños.

¿Cómo interviene la literatura en los colegios?

Ahora mismo, el tema de la literatura en los colegios es una pena por la sencilla razón de que se están mezclando dos actividades que son absolutamente distintas: por un lado, está la parte gramatical y ortográfica y, por otro lado, está la literatura. Toda esa primera parte se aprende leyendo, pero hay que diferenciar. No puedes poner a los niños a leer como una asignatura más, porque, al final, el niño deja de hacerlo precisamente porque piensa que es una asignatura que tiene que estudiar. Ahí hay un grave malentendido. Es importantísimo que, llegada la hora del cuento, la hora de la lectura, sea la hora del juego. Ese es el gran error que está ocurriendo en casi todos los colegios (con la mejor intención por parte del maestro). Hay que leer por el placer de leer, hay que escribir por el placer de escribir. Yo creo que hay un escalón muy grande por salvar y opino que entra dentro de la formación del profesorado. Puede que esto no se entienda leído por un maestro que se mata a trabajar. Yo soy maestra y lo he aprendido con el paso del tiempo. Jamás he juntado las dos cosas porque inconscientemente te das cuenta de que no lo puedes hacer; al final, los niños le toman tirria a la lectura.

Imparte talleres de animación a la lectura. ¿Los niños cada vez leen menos?

Claro. Por fuerza. De todos modos, hay grandísimos lectores. Aprender a leer es lo más difícil que venimos a hacer al colegio. Hasta que uno no comprende lo que lee, no puede entender lo demás.  Romper a leer es el gran milagro. Los científicos que han llegado a la luna no saben todavía cuál es el método para que el niño lea, y eso es algo que la gran mayoría de los mortales tampoco se para a reflexionar. Llegan a la universidad como analfabetos funcionales: leen como máquinas, pero no llegan a entender, a interiorizar lo que leen. Ese es el gran fracaso de la educación: la lectura.

¿Cree que todo esto que se arrastra desde niño puede ser que ahora haga que la gente pida una literatura menos exigente?

Lógicamente. Quieren textos más simples. La sencillez para mí es fundamental; la simpleza, no. Igual que hay un límite entre lo sensible y lo sensiblero. Un límite muy fino pero importantísimo. Y la gente también tiende mucho a, en general, dejarse envolver por lo sensiblero. Vamos a ponerle nombre a las cosas y a ser un poco serios, porque no es lo mismo.

¿Cómo se encuentra la literatura infantil en España?

Pues hay de todo, porque se mezcla esa parte más comercial con esa parte literaria más interesante, pero hay cosas tan bonitas, tan hermosas… Hay editoriales a las que me dirijo sabiendo que, si entro, es un seguro para mí; el libro se venderá más o menos, pero yo me voy a sentir siempre satisfecha.

Ahora ha cobrado fuerza el álbum ilustrado. ¿Cuál es la diferencia entre un álbum ilustrado y un libro de literatura infantil?

La literatura infantil engloba todo: lo ilustrado y lo no ilustrado. Lo que ocurre es que ha habido un momento en el que ciertas editoriales se han especializado en álbum ilustrado, que es aquel que cuida mucho que el texto sea muy cuidado y que la ilustración también lo sea. Con lo cual se ofrece un producto que no es tanto para el niño como para compartirlo con el niño. Por ejemplo, el libro de Payasa en el parque es un libro extremadamente cuidadoso. Es un tipo de género que quiere desgajarse un poco de lo que es literatura infantil y ofrecerse al adulto como algo bello, como algo hermoso, porque ya es el objeto en sí lo que se valora.

El papel del ilustrador, en estos casos, es fundamental.

Claro. Yo me fijo muchísimo en los ilustradores. A veces es una pelea y otras veces he aprendido a callarme porque el editor suele llevar razón. Pero es verdad que he trabajado siempre con ilustradores fantásticos. Sí que es cierto que no entro nunca en pugna con el ilustrador porque es su trabajo, es su visión de lo que yo le he entregado.

¿Cuáles son sus proyectos?

Tengo unas recuperaciones de dos textos. Uno es un texto juvenil que trata de poner en valor la figura de Ana Frank, y otro es un libro que recupera la editorial Narval, y se llamará Mateo, el gran regalo.

Y también tengo una propuesta de la editorial Creotz, que está preparando una antología de mujeres poetas del siglo xx. La editora nos eligió a Raquel Lanseros, a Francisca Gata Amate y a mí para hacerla. Me pusieron como poetas para trabajar a siete poetas fantásticas, entre ellas algunas cartageneras como Carmen Conde y mi madre. Es uno de los trabajos que más me ha costado hacer, porque era una responsabilidad enorme meterme en la piel de esas mujeres cuando eran adolescentes, porque se trata de eso: presentarlas a través de un poema con su visión de adolescentes. Imagino que con algunas habré acertado más que con otras.

Acaba de publicar el libro Payasa. ¿Nos puede hablar un poco sobre él?

El libro está dedicado a una payasa: mi prima. Al fin y al cabo, un payaso es un ser diferente. Tiene muy poquito texto, es casi como un poema. Es una payasa que se sienta a reflexionar sobre por qué la han llamado payasa, por qué la han llamado diferente. Se va al parque y se pone a pensar sobre el tema, pero se cansa pronto y empieza a mirar lo que tiene alrededor, y ve una hormiga, unos novios, un perro que ladra…. En fin, la vida. Formamos parte de un todo inmenso y maravilloso y mágico, que es el universo.

Además, tiene El club de la cometa. ¿Nos puede hablar sobre él?

El club de la cometa es un club que ha cumplido diez años, se celebra en Las Claras, es de lectura y de escritura y está dedicado a niños de 8 a 13 años. El pequeño aprende muchísimo del mayor, y el mayor aprende mucho del pequeño. Dura dos meses; el próximo empezará en febrero. Se anima a leer y a escribir: sin trabas, sin correcciones. Hablamos mucho, y así ellos ponen en orden sus ideas. Hay intimidad. Y escuchamos, eso es fundamental. Hablamos, leemos, escuchamos y escribimos. Aprovecho que estamos en el centro cultural Las Claras para ir a visitar la exposición, que se queden con el tema de un cuadro, que lo describan, que me digan por qué les ha impresionado, qué les ha gustado. Y la última media hora tenemos invitados.

Y, por último, un autor que recomiende.

Alice Munro. Cómo retrata el mundo, qué sutileza en los sentimientos… Me encanta.

Vía La Opinión.

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