Álvaro Bellido: “La vida es una cuerda floja en la que resulta maravilloso balancearse y observar el vacío”

Todo es vorágine es el primer poemario de Álvaro Bellido. Boria Ediciones ha apostado por este autor cordobés que ya ha había publicado en diversas antologías y revistas literarias. Esta recopilación de poemas, prologada por Charo Guarino, es una muestra de la calidad literaria de Bellido, que abre su corazón al mundo. Todo es vorágine refleja pasajes muy duros de su experiencia personal, episodios que narra sin trabas aunque con pudor, como él mismo asegura.

Álvaro Bellido.jpegEste es su primer poemario, aunque ya ha publicado anteriormente. ¿Qué siente al ver sus poesías recogidas en un mismo libro?

Pudor. Principalmente pudor. Después podría hablarte de responsabilidad y de una mezcla de satisfacción y algo de miedo, pero prima el pudor por encima de todo. Escribir es un acto íntimo, más íntimo aún cuando escribes sin plantearte el publicar. Uno escribe y, si acaso, sube su poema de turno a un blog o a redes sociales, donde se siente –aunque ese sentimiento sea falso– protegido entre el tumulto; donde le leerán, con suerte, o al menos eso piensa cuando le da al botón de “compartir”, treinta o cuarenta “amigos”. Publicar supone dar un salto y ahí tengo mucho que agradecer a Boria Ediciones, y a Luis Sánchez Martín en particular, por todo el apoyo que me ha dado desde el principio para decidirme, pese al pudor que ello me produce. No sé si es el ISBN, el formar parte de un catálogo o el hecho de que haya algo físico rondando por ahí con tus poemas. Quizá sea el respeto que le tengo a los posibles lectores lo que me hace ver la publicación como ese salto al vacío. Ahí termina el acto íntimo de escribir y comienza el acto –casi– pornográfico de que te lean.

¿Cómo definiría su poesía?

Tengo dos poemarios terminados y otro en camino, y a cual más distinto. No sé si sabría definirla de alguna manera. Puedo decirte lo que me gustaría que reflejara, lo que quisiera transmitir y que no sé si lo consigo o no, pero definir mi poesía… creo que sería definirme a mí mismo y no creo ni que esté preparado para ello [risas]. Pese a lo que pueda parecer en esta primera publicación, sí que puedo decir que está muy manchada de nostalgia. Me gusta también incluir asuntos cotidianos para tratar temas universales y trascendentes. No sé, son pinceladas, pero creo que por ahí va mi poesía.

El poemario está dividido en cinco partes. ¿Cómo las describiría y cuál fue la más difícil de escribir?

El libro en un principio tenía una estructura bastante simple, como de cara y cruz. En una parte, los poemas más crudos, y, en otra, los poemas más amables. Sin embargo, estoy satisfecho por la estructura que fue tomando poco a poco, esa línea geográfico-temporal que cuenta una historia, haciendo que el poemario sea, en palabras del editor, casi una novela en verso. Efectivamente, tiene su introducción, con las partes 0 y 1, Prehistoriay Geografías, respectivamente; el nudo, que sería la parte 2, Supervivientes, y el desenlace que estaría ubicado en las dos últimas partes del libro, Desordenado Etcéteray Teoría de la Luz.

La más difícil de escribir es ahora la respuesta fácil a la pregunta. Sin duda alguna, la de “Supervivientes: El atentado biológico de nuestras vidas” es el episodio crudo del poemario. Por lo que supuso de catártico, por el momento en el que se escribió, fue una etapa muy dura en la que me exigí escribir poemas a los que aferrarme, poemas arbotantes, que les llamaba entonces, y que pudieran sostenerme en aquel tiempo en el que todo se dio la vuelta.

Relata acontecimientos de su vida muy duros. ¿La poesía es una escapatoria? ¿Refleja en ella todas las emociones que le desbordan?

Yo creo que no necesariamente. No es necesario que las emociones nos desborden. El poeta no vive en un continuo estado de emoción ni es necesario algo de lo que escapar para tener los elementos precisos para escribir un poema. Lo que yo llamo el germen de un poema no siempre viene en esos momentos de extrema emoción o crudeza. Ese germen puede a veces asaltarme mientras hago la compra en el supermercado o mientras conduzco de camino al trabajo. Lo importante es lo que viene después. Vale: tienes la idea, quizá un verso cojonudo o una línea manuscrita. Ahora siéntate y empieza a generar, de ahí, un poema. Ahí radica lo complicado, y en ese trabajo uno puede poner emoción, pero hay mil factores más para que el poema llegue a buen puerto. No reflejo en mi poesía todas las emociones que me desbordan; al menos, no todas, de momento. Sobre si la poesía es para mí una escapatoria, podría decir que es quizá lo contrario. Es la forma de no escapar (ya hablaba antes de que era algo a lo que aferrarme). No sé. Más que de evasión, la poesía me sirve para equilibrar, para saldar mis cuentas. Para perdonarme la vida.

¿Hay algún poema con el que se sienta identificado especialmente o al que le tenga especial cariño?

Uno se siente identificado con casi todos sus poemas. Y digo con casi todos porque con algunos se tiene una extraña relación de amor-odio. A veces tomas distancia y lees poemas de hace años y avergonzado piensas: “¿De verdad yo escribí esto?”. Pero sí, hay un poema que ya incluso me niego a leer en algún recital, por lo mucho que lo he trillado. Es muy especial para mí, ya no sólo por lo que supuso cuando lo escribí, sino por lo que supuso cuando me lo publicaron por primera vez los amigos del Colectivo Iletrados en su fanzine Manifiesto Azul. Fue el momento en el que decidí, después de varios años de mi llegada a Murcia, empezar a mover mis escritos y sacarlos “un poco” a la luz por las movidas culturales de la ciudad. Y ese fue el poema con el que me estrené. Está en el poemario y se llama “Fukushima”.

Son, en general, poemas muy íntimos. ¿Se siente cómodo abriendo el corazón a sus lectores?

Como decía, la sensación de pudor está ahí. Para mí no es cómodo, pero lo sobrellevo. Años me ha costado. Ahora casi no se me nota.

Se repite muchas veces la palabra «supervivencia» y, sin duda, es un reflejo de los versos que encontramos en la obra. ¿Se considera un superviviente de la vida?

Todos somos supervivientes. Hay miles de circunstancias que nos son adversas, miles de imperceptibles trampas en nuestro camino diario y que sorteamos sin ser conscientes del todo. Vivimos en un frágil equilibrio que puede romperse en cualquier momento y poner todo nuestro mundo boca abajo. Es entonces cuando uno cae en la cuenta de lo maravilloso de todo este mecanismo por el que se sostienen las cosas y por eso, mientras todo esté en pie, hay que disfrutarlo. Cuando todo estalla, viene el tiempo de luchar por reestablecer el equilibrio y seguir sobreviviendo, que es de lo que trata esto.

¿Es la vida, como usted dice en “La décima de segundo”, una cuerda floja? ¿No hay un asidero al que aferrarse?

Es una cuerda floja en la que resulta maravilloso balancearse y observar el vacío, pese al riesgo de precipitarnos. Y por supuesto que hay cientos de asideros a los que aferrarse, ¡incluso clavos ardiendo! La poesía, la familia, la amistad o el amor serían los más idílicos. Pero hay para elegir, desde los asideros más idílicos a los más terrenales, y cada uno, en situaciones concretas, toma decisiones a diario: la música, una relación tóxica, el trabajo, ir al gimnasio, el sexo, viajar, el alcohol…

 ¿Por qué todo es vorágine?

Con esta pregunta siempre me limito a hacer referencia a las tres acepciones que la RAE da del término y con las que abro el poemario. También podría hablar del tejido en red de nuestra sociedad y de la teoría del caos en ese tipo de sistemas complejos. En definitiva, la vorágine es todo lo que amenaza ese débil equilibrio en el que intentamos mantener nuestra existencia y que a la vez es necesario para no volvernos locos de aburrimiento.

VORÁGINE-RAZE-721x1024Si solo somos «partículas infinitesimales en desvanecimiento», como un poema suyo señala, ¿qué le gustaría que quedara de usted cuando haya desaparecido?

Un puñado de gente que se acuerde de uno, con una sonrisa en la cara. Creo que no deberíamos aspirar a mucho más. Esa sería una gran meta; algo ambiciosa, incluso.

¿Los recuerdos son su motor creativo?

Uno de los motores, desde luego, pero no el único. La nostalgia es algo recurrente en mi poesía, y es obvio que uno tira de sus vivencias a la hora de escribir. Pero no nos engañemos: la literatura es ficción y como tal hay que verla. Luego la experiencia o los recuerdos moldearán esa ficción de cierta manera. Creo que utilizo motores creativos de diversa índole, como pueden ser los recuerdos, pero también me gusta investigar en la historia, coger temas de actualidad, de mis propias rutinas…

¿Cuándo comenzó a escribir poesía?

Uno empieza de forma insegura y pasional en plena adolescencia. Después descubre que hay que leer mucho antes de atreverse a escribir. Entonces se pone a escribir y se sigue convenciendo de lo mucho que necesita leer y del poco tiempo y dinero que dispone para ello. Después busca trabajo porque hay que comer (y comprar muchos libros).

¿Qué espera de la poesía?

Tras tanto tiempo cogiendo fuerzas y preparándome para las críticas descarnadas, realmente lo que espero son buenos ratos entre amigos, compartiendo aquello que tenemos en común y alguna cerveza. Y no es que lo espere, es que eso es lo que ya me viene dando desde hace unos años, cuando metí la cabeza en todo esto, y ahora se multiplica con toda la movida de sacar Todo es vorágine. La poesía me ha hecho conocer a mucha gente buena (no todos ni todas poetas necesariamente), incluso tener buenos amigos, y atesoro multitud de recuerdos relacionados con esa gente y con la poesía. Con eso ya tengo mucho más de lo que al principio podía pedirle a mis versos.

¿Le gustaría vivir de sus versos?

Es algo que no estoy en condiciones de plantearme.

Un libro que recomiende.

Pues mira, uno de alguien que sí que pudo vivir de la poesía: La tierra baldía, de T. S. Eliot.

Vía La Opinión de Murcia.

 

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